lunes, 21 de marzo de 2011

¿Hasta cuando vamos a estar de luto?








Antes de escribir esta nota pensé en una palabra que defina a aquellos que han perdido por completo el sentido que tiene el valor por la vida. La primera palabra que se me ocurrió fue “locura”. Busqué cuáles son los síntomas de esta patología y lo primero que leí fue “el afectado muestra una conducta que se aparta de la normalidad de una forma determinada”. Me quedé pensando un par de segundos y me di cuenta que el loco soy yo, porque el concepto de “normalidad” se distorsionó tanto que ya nada de lo que creo es normal, ninguna de las cosas por las que lucho y defiendo es normal. ¿Cómo llegamos a esto? Bueno, en realidad estamos viendo la misma película una y otra vez, pareciera no cansarnos nunca. Bueno a mí personalmente me cansó.
Horas después del incidente en cancha de Vélez empezó el reparto de culpas y ahí ya erramos el camino. ¿Cómo hacemos para repartir algo que es de todos? No la repartamos, la compartamos.
Ninguno de los que vamos a la cancha o cualquier espectáculo vamos a negar que la policía muchas veces toma actitudes provocadoras y terminan generando comportamientos violentos, pero nosotros somos o debemos ser lo suficientemente inteligentes como para no entrar en un juego en el que perdemos seguro.
Tampoco podemos negar la intolerancia del hincha que se cree dueño de la vida de los jugadores, dueño del club, dueños de la seguridad, y se siente libre de insultar, defenestrar e increpar a los profesionales que defienden la camiseta que decimos amar.
Los mismos jugadores muchas veces generan situaciones que bien se podrían evitar y que justifican con frases como “uno en el partido tiene las pulsaciones altas” o “lo que pasa en la cancha queda en la cancha”. No señores, lo que pasa en la cancha no queda en la cancha, hace rato que eso ya no es así.
Los dirigentes por su parte no solo niegan vínculos con barrabravas sino que los defienden y los hacen socios de sus negocios, muchas veces hasta los convierten en empleados de seguridad de los clubes. Siempre recuerdo cuando el ex presidente de un club cordobés salía en todos los medios a decir que no conocía a los barrabravas de su hinchada y a la tarde se juntaba con ellos en un bar céntrico, a la vista de todos.
Desde el lado de los medios, sobran los ejemplos de casos en los que se justifican ciertas actitudes. Frases como “es entendible que el hincha insulte, porque paga la entrada” se escuchan permanentemente, se justifica todo, se tilda de picardía cuando un jugador simula o exagera. El fútbol ya no se vive como un entretenimiento, se vive como una guerra.
Periodistas, hinchas, dirigentes, jugadores y barras son actores del mundo fútbol, pero este problema excede ampliamente el deporte, es un problema de la sociedad argentina en conjunto y como tal debemos encararla. No se gana nada quitando puntos a un equipo ni jugando solo con público local, eso es patear el problema y reconocer nuestra propia ineptitud. Ayer mismo, horas después del incidente en Liniers, en el partido Gimnasia de Jujuy - Instituto una bengala impactó contra dos jugadores (uno de cada equipo), increíblemente el partido continuó. El resultado es una anécdota, lo preocupante es que no tenemos más tragedias por mera casualidad.
El año pasado sucedió algo similar en el partido entre Independiente y Defensor Sporting, se elogió la valentía del arquero uruguayo en continuar jugando, una locura. La solución fue suspender la cancha del equipo local, como si los otros estadios tuvieran un escudo protector que impida que un inadaptado tire una piedra.Son solo ejemplos, esto pasa tan a menudo que se volvió normal.
Los responsables nunca pagan, nunca van presos y si lo hacen salen, con suerte, a las semanas dependiendo el impacto mediático del hecho que perpetuaron. Aún si la policía cumpliera su papel deteniendo a los delincuentes, las leyes están diseñadas para que vuelvan a las calles.
Hoy todo el mundo pide soluciones inmediatas. Les tengo noticias, las soluciones inmediatas no sirven ante problemas tan complejos, menos si esperamos que las apliquen aquellos que nos llevaron a esta realidad. ¿Realmente pensamos que Grondona va a elaborar un plan de seguridad en las canchas cuando el mismo tiene complicidad con los barras? ¿Realmente pensamos que los dirigentes van a plantar bandera contra el responsable del fútbol argentino cuando ellos actúan exactamente de la misma manera? ¿Realmente pensamos que los políticos van a dictar leyes que aseguren que los delincuentes se queden adentro cuando los utilizan como banderas políticas? ¿Realmente pensamos que nosotros vamos a hacer algo cuando parece que la educación, el respeto y los buenos valores cada vez nos importan menos? ¿Realmente pensamos que podemos poner límites cuando nosotros vivimos borrándolos?
Lo que debió ser regla se convirtió en excepción. Hoy llama la atención que una hinchada aplauda el gol de un jugador rival, lo “normal” es que deba ir a patear un córner con escudo y protección policial. Basta, por favor, basta de repartir culpas, compartamosla, nos hagamos cargo y exijamos que aquellos que no quieran una sociedad sana de un paso al costado, dejemos de mirar de reojo. Esto no va más. Yo quiero escribir de fútbol, no de seguridad y muerte, ese no el deporte que yo amo. El problema es social, no debemos ser tan miopes de pensar que se limita al fútbol, pero tampoco seamos tan facilistas de justificar los hechos de violencia que empañan a la pelota diciendo que como la sociedad es violenta no podemos hacer nada desde nuestro rol. Empecemos desde el fútbol y vayamos por más. No reclamemos soluciones inmediatas, paremos, pensemos y demos de una vez por todas pasos firmes.

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