domingo, 29 de enero de 2012

El fútbol y las matemáticas


Se suele decir que en el fútbol 2+2 no es 4, utilizando una analogía matemática para representar lo impredecible del deporte más lindo del planeta. Pero la realidad nos ha regalado una nueva analogía y tiene que ver también con los números. Cuando yo era chico y me preguntaban qué  camiseta quería no dudaba en pedir la 10. Claro está que teniendo en cuenta el equipo dueño de mi corazón no era muy difícil adivinar que ese número era especial. Pero no era algo sólo mío, era de todos. Cualquiera sea el club dueño de nuestra pasión todos queríamos la 10.
Los DT de nuestro fútbol no aprendieron de aquella vieja analogía y creyeron que, esta vez si, las matemáticas y la pelota tienen algo que ver. Así empezaron a convencerse e intentar convencernos de que 5+5 es 10. Nada más alejado de la realidad y nada más perjudicial para el espectáculo y la diversión que solíamos presenciar cada vez que 22 tipos pisaban el pasto de un estadio. El 10 era el tipo distinto, el que siempre tenía un lujo para regalar, el que ponía la pausa, el que levantaba siempre la cabeza y el que se encargaba de hacer festejar al 9. El 5 era el que recuperaba la pelota en el medio y se encargaba de dársela al que sabe, al 10. Por razones que aun no comprendo el “distinto” fue desapareciendo y con él, el fútbol atractivo y entretenido se fue apagando. Nosotros, los hinchas no nos dimos cuenta ni quisimos hacerlo. El 5+5=10 se fue haciendo cada vez más común. Nuestros equipos recuperan la pelota como pocos, pero cuando la tienen no saben qué hacer con ella. Y empiezan los pelotazos o el toque intrascendente que siempre termina en lateral o en pies del 5+5 del equipo rival que repite la historia hasta que los 90 minutos se transforman en verdaderas películas de terror. Los partidos se ganan con pelotas parada, por errores del rival, por algún achique mal tirado o simplemente se muere en el cero a cero. Ahora, cuando aparece un 10, el 5+5 queda en ridículo. Pasa con Riquelme, quizá el último 10 que nos queda, y que, aún lesionado, marca diferencias con la cabeza. Cada tanto aparece un 10 perdido y rápidamente entre DT e hinchas nos encargamos de enseñarle a jugar de otra cosa y a cambiar inteligencia por sacrificio. Así es difícil que podamos ver mejores partidos,  muchos goles, lujos y todas esas cosas que pedimos hasta el cansancio en la previa, pero cuando empiezan los 90 minutos quedan totalmente al margen por el viejo e insuficiente “ponga huevo”.
Mientras nuestros DT piden un 9 en casi todos los mercados de pases y nosotros los hinchas tildamos de “pechofrío” al tipo que, en vez de tirarse a los pies, pone la pausa y trata de meterla en profundidad nos olvidamos que para hacer goles cada vez es más necesario pensar y, lo paradójico, es que cada vez pedimos menos jugadores que piensen. Así difícilmente podamos volver a divertirnos. Será momento entonces de olvidarnos de las matemáticas y volver a pensar en el fútbol como alguna vez supimos disfrutarlo.