viernes, 29 de julio de 2011

El fin de mi pasión



Todos los años, cuando el mes de agosto llega, a los que nos gusta el fútbol en Argentina nos empieza a generar cosquillas en la panza. Esa hermosa sensación que marca el regreso del fútbol hoy no está. Como todos saben yo tengo mi corazón puesto en ese equipo de camiseta roja que supo llenarse de gloria en toda su historia y se ganó merecidamente su apodo de Rey de Copas. Mi pasión por ese equipo me llevó a la alegría en su máxima expresión y, en otros momentos, me hizo llorar de tristeza. Si hay algo que siempre pude asegurar es que esa pasión no se iba a ir más y que cada comienzo de campeonato los nervios y ese cosquilleo de ansiedad iban a estar presente. Pero este año las cosas cambiaron y los responsables de nuestro deporte terminaron de darle una estocada a un enfermo de gravedad.
Está claro que se necesita un cambio, creo que todos lo reclamamos mucho antes que termine el último torneo y hace unos días nuestros dirigentes lograron algo que nunca pensé que podía ocurrir: empeoraron algo muy difícil de empeorar. La solución a todos los males que aquejan a nuestro fútbol es eliminar la competencia y tirar por tierra lo que muchos clubes supieron ganarse en la cancha. Desde la AFA se tomó la idea de su hoy principal contrincante y se propuso un torneo récord con  38 equipos.
La verdad que cuando salió a la luz el rumor de esta “idea” muchos lo tomamos con gracia y cierto descreimiento, pero la sonrisa se fue desdibujando a medida que desde arriba iban confirmando las versiones.
Ese lunes en que se reunió el comité de AFA me sentía inquieto, nervioso y en el fondo tenía la leve esperanza de que esa novia que me acompaña desde siempre llamada “pasión” no me iba a abandonar. Seguramente nuestros dirigentes pensaron lo mismo al levantar la mano afirmativamente, pero les puedo asegurar que en mi caso se equivocaron, mi pasión encontró un límite.
De las palabras de Julio Grondona se desprende que cambiamos el sistema porque ya no se puede con los males que lo aquejan. El eterno dirigente manifestó que el fútbol está pasando un momento de histeria y que esto ayudaría a calmar los ánimos y evitar violencia. Por otro lado habló de federalizar el fútbol como si eso le hubiera importado en los 30 años que está al frente de AFA. También esgrimió que debe cuidar el “negocio” y que la iniciativa genera un mayor flujo de ingresos para los clubes.
Como sin entender nada me puse a pensar si había algo de verdad en esos argumentos, pero por más vuelta que le busque no le encuentro lógica alguna.
Lo cierto es que la violencia no se soluciona evitando la competencia, se soluciona con políticas serias de prevención, con educación, cortando la relación con barras, con penas para aquellos que no quieran entender que van a ver un deporte y no una guerra, con arbitrajes transparentes y con planificación seria de los operativos de seguridad. Cualquier otra medida sólo es un parche que se suma a los otros tantos que ya hay.
Entonces, si no es la violencia la justificación debe ser la federalización del fútbol. Pero en esto también hablamos idiomas diferentes con Don Julio. Cuando los que somos del interior reclamamos federalización no pedimos que nuestros clubes asciendan por decreto ni en una oficina, pedimos que tengan los mismos derechos económicos que aquellos de Buenos Aires y que cuando logren el ascenso se puedan afianzar y no sufran el rigor del promedio. En el último campeonato de la B Nacional los mejores 10 equipos de la tabla fueron equipos del interior y los 4 ascensos forman parte de ellos. El problema no es que no puedan ascender, el problema es que el sistema está armado para que desciendan y no crezcan.
Ahora bien, me queda un argumento: La economía de los clubes. La verdad es que me acerqué bastante al verdadero motivo y quizá en algo tenga que ver. Lo cierto es que se les está otorgando más recursos a personas que, en el mejor de los casos, no están preparadas para administrarlos. A ver, sería algo más o menos así: si en mi casa hay una gotera tengo la opción de arreglarla y evitar que siga goteando o poner una cacerola para que el agua no caiga al piso. Como la segunda es la solución más fácil yo elijo esa. El problema es que a lo largo de un tiempo la gotera sigue y la cacerola se me llena. Vuelvo a tener la misma opción, arreglarla o poner una cacerola más grande. Creo que todos nos damos cuenta que si elegimos la segunda alternativa vamos a caer nuevamente en el mismo problema. La AFA parece que todavía está pensándolo. La solución es controlar a los clubes, exigirles claridad y administración responsable. En el básquet un equipo no puede arrancar el torneo con deudas y la federadísima Liga Nacional de Básquet es argentina y la creó un argentino, el gran León Najnudel. El problema no es que somos argentinos, el problema es que hacemos las cosas mal, y en el fútbol mucho más.
Ser hincha de un equipo es algo único, hermoso y que a veces nos hace actuar irracionalmente. El sentimiento no se negocia y pase lo que pase va a seguir igual, en las buenas y en las malas más todavía. Parece que nuestros dirigentes se dieron cuenta de esto y forzaron la cuerda a más no poder para seguir exprimiendo su propio negocio. Al final ese es el verdadero motivo de todo este desastre. La realidad es que algunos empezamos a sentir que el sentimiento se acaba o por lo menos se ensució y que ya no es el mismo.
Sea por motivos políticos o por motivos administrativos de AFA la decisión se postergó, o por lo menos eso se planteó, y la pelota se pateó hasta octubre. En ese momento nuestros dirigentes demostrarán qué papel juegan en toda esta historia. Quizá ingenuamente yo me permito tener esa lucecita de esperanza en que de una vez por todas se hagan las cosas bien y que se escuche al hincha.
Como futuro Licenciado en Administración de Empresas puede resultar llamativo que pida que de una vez por todas la pasión no quede supeditada al dinero y al negocio. Yo quiero seguir siendo hincha fanático, gritar, sufrir, llorar y saltar de alegría, pero por lo que pasa adentro de la cancha y no por lo que decida un par de corruptos y dos o tres empresarios.
Tardé varios días en juntar ganas de escribir esta nota y les puedo dar un montón de motivos, pero no les voy a mentir, el motivo se sintetiza en una palabra: DOLOR.

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